miércoles, 1 de octubre de 2008

Cuentos de Película - Algo en el Espigón

Caminaba por el espigón hasta que se terminaba. Todos los días a las seis de la tarde llegaba y se quedaba cerca de una hora mirando las olas. Desde allí el mar se veía agresivo. La misma agua que acariciaba la playa con suavidad, en la punta del espigón en cambio, golpeaba con violencia las rocas desnudas. El décimo día que caminó por el espigón, un pescador solitario armaba su caña en el extremo más alejado. Le molestó esa irrupción en un lugar que consideraba suyo. Le pasó por la cabeza el pensamiento de dar la vuelta, volverse atrás, pero después se dijo que ese lugar era muy suyo y siguió caminando. Se paró como todos los días bien en el borde, a mirar el mar. El pescador la ignoraba, concentrado en la preparación de su caña, ni siquiera le dirigió una mirada distraída. Primero se sintió aliviada, después de un rato, invisible. Aprovechó para observar con disimulo los preparativos del pescador y se dio cuenta de que maniobraba el sedal y los anzuelos sin mirar. Su vista se perdía en el mar y las manos parecían tener otra frecuencia. Cuando terminó de armar la caña se enderezó y ella comprobó que era muy alto y flaco. Estaba abrigado con una superposición de prendas tejidas y coronado con un gorro de lana. Lanzó la línea con un limpio envión, le dio vueltas al carrete para aflojar el sedal y se sentó en una roca a esperar. Mientras ella observaba todo, comenzó a levantarse un viento cada vez más fuerte desde el mar. Empujaba el oleaje contra el espigón y a cada arremetida salpicaba una finísima lluvia salada. Ella pensó en retroceder, pero como el pescador no se movía simplemente se quedó allí mojándose cada vez más. Casi una hora después, totalmente ignorada y empapada se volvió a su casa. Durante las siguientes semanas, sin importarle el clima caminó hasta la punta del espigón a observar el mar y al pescador solitario.

Él no parecía notar nunca que ella estaba allí, sin embargo sintió que se formaba una conexión silenciosa, con el ruido del océano de fondo, se enredaban los pensamientos de los dos. Después de un mes de encontrarse todos los atardeceres sin verse realmente, un día frío de marzo el pescador no estaba en la punta del espigón. Ella esperó inútilmente. Se hizo de noche y entonces retrocedió hasta la zona de los quioscos de comida y preguntó por el pescador. Las miradas fueron de extrañeza. Entonces escuchó el comentario de la vendedora de rabas que repasaba el mostrador:
- Ese chico se ahogó mientras pescaba, hace quince años, justo un día como el de hoy.
El viejo que acomodaba billetes y monedas en la caja registradora miró a la vendedora, hizo un gesto de duda.
-¿Con quién estás hablando? Ella siguió limpiando mecánicamente.
- Con nadie, solamente me acordaba del pobre pescador- El cajero movió la cabeza con tristeza.
- Yo me acuerdo mejor de la chica romántica que miraba el agua demasiado cerca del borde.
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Autor:
Irene Fassi, asiste al Taller de Escritura Creativa de Graciela Castellanos, del Centro de Participación Cultural de la Costa. Su mail es
irene.fassi@hotmail.com
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