martes, 7 de octubre de 2008

Cuentos de Película - El Vestido de Novia

Era el año mil novecientos treinta y tres. Florencia tenía veintiún años y una gracia y deseos de vivir envidiables.
Su mamá había quedado viuda muy joven, con cuatro hijas: Rosario, Dora, Haydée y Florencia. Las edades variaban de doce a dieciocho años.
El único medio que tenía para vivir era coser para las familias adineradas porque su marido, oficial de policía, había muerto en una persecución sin dejar dinero ahorrado para el sustento de su familia.
Tuvo que organizar la vida de la casa para poder subsistir Dora y Florencia trabajarían con ella y Rosario y Haydée se ocuparían de las tareas del hogar. Les enseñó las nuevas funciones que tendría que realizar cada una y entendieron que así saldrían adelante, porque no había hombres para trabajar afuera.
Tenía un pequeño taller de costura, pero como Florencia aprendió rápido y muy bien, éste se expandió con rapidez. Había más clientas y muchas la preferían por sus modales y su creatividad.
Su mamá decía con orgullo "Florencia es una modista fina", porque se dedicaba a los vestidos de novia y de comunión de las niñas.
Todas eran bellas. Su mamá también lo era todavía. Eran descendientes de españoles y la mezcla de raza las hacía más atractivas.
Vivían dignamente: el plan familiar había dado resultado.
Florencia conoció un día al hijo del peluquero de la localidad, que trabajaba en la oficina postal. Como no llegaba la revista de modas que había solicitado, decidió ir una tarde, al correo, acompañada de su hermana Haydée.
Allí vio a ese muchacho buen mozo y de aspecto muy varonil, que muy atento las atendió, a pesar de que no era su sector.
Ni bien las había visto entrar, ya al pasar la puerta principal, había notado que Florencia era especial y decidió ir él a atenderlas.
Enseguida hubo una fluida conversación entre los jóvenes y decidieron verse el domingo en misa.
Nació así un verdadero amor y ella comenzó a soñar con realizarse por fin su propio vestido de novia.
Cuando su mamá se enteró de la situación se enojó mucho. Primero porque quería para sus hijas un novio con dinero, tal vez algún hacendado de la zona o un profesional. Si ella se casaba con un simple empleado, ya no entrarían los buenos ingresos que Florencia aportaba a la economía familiar.
Ernesto, que así se llamaba el novio, decidió hablar con la señora, pero ella con un gesto primero de asombro por el atrevimiento y luego de rechazo, no escuchó las intenciones de aquel joven que consideraba económicamente insuficiente.
Los enamorados tuvieron que verse a escondidas, muchas veces con la complicidad de sus hermanas. Conociendo ellas que Florencia amaba a Ernesto con un amor próximo a la locura, intercedían por ellos ante su madre, pero ésta estaba firme y ciega respecto a la desesperación de su hija preferida.
Entonces, en una febril y alucinante enajenación, comenzó a hacerse su vestido de novia, justificando que era de una clienta.
Cuando estuvo terminado, una noche, mientras todos dormían se vistió de blanco, con una sonrisa buscó un arma que había sido de su padre y mirándose al espejo, el mismo que todas las novias se habían mirado con emoción y diciendo "Te perdono mamá", apretó el gatillo a la altura de la sien, manchando aquel bello vestido blanco, con su sangre roja de pasión.

Autor:
Mirtha Gaitán es de Villa Adelina. Asiste al Taller de Escritura creativa que coordina Vicente Costantini en la Delegación Villa Adelina. Su mail, mirthagaitan@hotmail.com
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