domingo, 2 de noviembre de 2008

Cuentos de Película - La Ventana

Tengo una historia para contar. Es sobre mi compañera de toda la vida, la que me dio dos hijos, que por suerte son felices pero que no viven con nosotros hace tiempo.
El despegue de los hijos dio lugar a que se consolidara nuestra unión, ya que no se nos escapaba que no teníamos a quién recurrir cuando por nuestra vejez, no nos sentíamos seguros ni confiados en nuestras propias decisiones.
Aún jubilado, sigo trabajando en el centro -por supuesto nada que ver con mi puesto anterior- haciendo algunas cobranzas y trámites.
Todas las mañanas subo al tren de las 9 y al poco tiempo de salir de la estación, paso por los fondos de mi casa, cercana a las vías y distingo la única ventana visible, la que dejamos día y noche abierta, por el peso que tiene para nosotros la persiana de madera. Detrás del vidrio y de sus reflejos inasibles, indefectiblemente alcanzo a distinguir la mano de mi compañera, que me saluda.
Es un ritual de estos últimos años de a dos.
Fue este invierno que ella enfermó y después de luchar -creo, no tanto por vivir, sino para no abandonarme- su cuerpo cansado se rindió ante lo inevitable.
Bajamos, ese invierno, la persiana que nos costaba levantar para que no se colara el frío impiadoso que azotó la ciudad. Y no lo van a creer, nunca más la volví a levantar.
La llegada de los hijos para el funeral postergó el dolor. Pero les aseguro que al entrar en casa su ausencia dolía y creo que nunca voy a poder abrir esa persiana en cuya ventana todos los días, en mis años de vejez, hubo una mano que me despedía no por siempre, sino hasta el atardecer.
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Autor:
Margarita Hoepner, asiste al taller literario de Graciela Castellanos, del Centro de Participación Cultural de la Costa.
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