miércoles, 6 de agosto de 2008

Hoy nos cuenta... Irene Evel Cordiano

Escribí el cuento 'La vieja del atado' (que integra el libro 'Cuentos de la vieja del atado'), hace 28 años, cuando asistía a un taller de literatura infantil en la S.A.D.E (Sociedad Argentina de Escritores). Desde entonces recibo satisfacciones, alegrías y mucha emoción cada vez que lo leo en las reuniones de alumnos, docentes y padres, cuando me invitan a Escuelas, Bibliotecas y Ferias de Libros, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y varias provincias del país. Son muchas las personas que se me acercan para comentarme conmovidas que en su infancia conocieron a una mujer parecida a mi personaje: una abuela, una profesora jubilada, una bibliotecaria. A mí me sucede algo curioso cuando termino de leer este cuento. Siento una profunda tristeza y dolor. Lo misterioso es que es pura ficción.


- LA VIEJA DEL ATADO -

Vivía sola, fuera del pueblo, en el pinar. Allá donde al arroyo le brotan susurros y melodías. En una casita de troncos adornada con enredaderas y campanillas.
De tanto en tanto nos visitaba. Y todos los chicos la recibíamos alborozados.
-¡Hola, vieja del atado!
-¡Por fin viniste!
-¡Tardaste mucho esta vez!
-¡Te extrañamos!
-¡Te queremos mucho!
-¡No te vayas pronto!
-¡Contános cuentos!
No era vieja. Estaba marchita. Siempre usó vestidos negros, largos, muy limpios. Y nunca la vimos sin el atado que llevaba sobre la cabeza.
Envolvía con alegres paños quién sabe qué.
Cuando ella aparecía, en el pueblo se aquietaban gritos, risas, pelotazos, carreras.
Tendidos en la hierba, a su alrededor, disfrutábamos de horas maravillosas.
-¿Qué guardás ahí? –y le señalábamos el trapo anudado por sus cuatro puntas.
Jamás varió su respuesta:
-Cosas…
No nos conformábamos. Insistentes y obstinados, hundíamos los dedos en los vistosos parches.
-¿Qué cosas?
-Cosas.
-¿Ropa?
-Cosas.
-¿Comida?
-Cosas.
-¿Recuerdos?
Una pausa y de nuevo:
-Cosas…
Finalmente abandonábamos el juego y nos introducíamos en el mundo de la fantasía, guiados por su voz cadenciosa y por sus manos que dibujaban en el aire mágicas historias.
Eran lindas aquellas largas siestas.
Mientras la tarde dormía, junto a la vieja del atado aprendíamos a soñar. Y gracias a ella nuestra infancia tuvo el sabor de la aventura y del encantamiento.
Después crecimos.
La vieja del atado continuó viniendo al pueblo de vez en cuando. Sin embargo para mí y los demás se convirtió en una sombra. Y durante años pasó, casi imperceptiblemente, al lado de nuestra adolescencia y juventud.
A veces un fugaz saludo:
-¡Adiós, vieja del atado!
Otras ni siquiera una mirada.
Creo que sufrió. Yo era su preferida. Pero no le di importancia. No tenía tiempo para detenerme, Estaban los estudios, el amor, el futuro… y mucho más.
Un día mi hijo mayor entró en casa arrastrando un atado remendado con retazos de colores.
Sentí que una ráfaga de niñez me golpeaba… y supe que ella había muerto.
-Te lo manda la vieja.
-¿El atado? ¿Para qué?
No sé. Ella lo abrió para sacar algo cuando se sintió mal.
-¿Qué había adentro?
Mi hijo se encogió de hombros y terminó de armar un avioncito de papel.
-Cosas.
Echó a volar hacia fuera el avión y fue tras él.
Apreté contra mi pecho el atado. Olía a hierba, como antes.
Poco a poco fueron acercándose aquellas voces infantiles y alegres que iban al encuentro de la vieja del atado.
-¿Qué guardás ahí? –pregunté bajito mientras desataba el nudo.
Sobre la mesa cayeron papeles arrugados y amarillentos.
De pronto me pareció oír la voz de ella, llena de cadencias, que respondía:
-Cuentos, nada más que cuentos…

Irene Evel Cordiano reside en Olivos, partido de Vicente López. Es escritora de literatura infantil y juvenil, egresada del ISER y del taller de literatura infantil-juvenil de la SADE. Sus obras de teatro se han llevado a escena en numerosas oportunidades. Ha sido galardonada en reiteradas oportunidades tanto en concursos de teatro como en certámenes de narrativa breve. Sus cuentos han sido publicados tanto en Argentina como en EE.UU. Ha publicado los libros: Breve Ilusión (Editorial Edipa – 1976), Como un cuento de hadas (Editorial Edipa – 1977), Pensión de señoritas (Editorial Edipa – 1977), Pensión de muchachos (Editorial Edipa – 1978), Cuentos de amor (Editorial Edipa – 1978), El viento que me gusta (Editorial Actilibro – 1986), En la nube azul (Editorial Plus Ultra – 1987), Cuentos de la vieja del atado (Editorial AAL – 1994), Plic Ploc (Editorial Guadalupe – 1995), Un cuento anaranjado y otros cuentos (Editorial Geema – 2000), ¡Qué aventura! – (Editorial Estelar – 2001), Cuentos de la tía Irene para temblar un poco (Shambala Ediciones – 2006)

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